La evolución del hater
Estoy indignado de verdad. Y cada
día, cada hora, cada minuto, un poco más. Parece ser que la tónica habitual que
impera en los grupos y foros dedicados a hablar de Séptimo Arte es poner a
parir absolutamente todo y además aludir de forma inmisericorde a aquellos que
a día de hoy siguen disfrutando con alguna
que otra propuesta de las que a día de hoy encontramos en nuestra
cartelera. En el momento en el que escribo estas líneas me encuentro viendo Mensajero de la muerte, con el gran
Charles Bronson, por lo que quiero dejar bien clara mi postura acerca de que
prefiero principalmente el cine de la
década de los 80 que el de hoy día, pero no por ello soy un carca ni un amargado como muchos usuarios
que, por desgracia, campan a sus anchas con total y absoluta libertad,
renegando de todo aquello que consideran que no se ajusta a sus cánones
preestablecidos.
Aquí voy a introducir un término
muy de moda, el de "hater", literalmente, un "odiador". Un hater u odiador es aquel que, por mera pose, ha de odiarlo absolutamente todo, ya sea en
literatura, música o, sí, cine. El cine... ese gran maltratado arte, y no sólo
por los productores, sino por muchos espectadores. De siempre ha habido un
modelo concreto de espectador, ese que alardea de que "le encanta el
cine" pero al que no le gusta nada. Va a ver una película de acción y
salta con mil y una teorías de que lo que sale en la película no es posible. Va
a ver una de terror y salta con que es predecible y poco original. Va a ver una
de ciencia-ficción y te hace creer que tiene un doctorado. Va a ver una comedia
y dice que es aburrida. Y así, sucesivamente. Por tanto, la pregunta es, ¿por
qué va al cine entonces? Yo me baso en el bautizado por mí "argumento del
imbécil". Si gasta dinero de forma constante en algo que no le gusta es,
literalmente, un imbécil. Y créanme, hay
mucho imbécil suelto. Demasiado... Este modelo de imbécil es molesto aunque
soportable, ya que aunque no le guste lo que ve no es excesivamente pesado
intentando imponer su criterio. El problema viene cuando ese imbécil se
convierte en tocapelotas. Aquí ya
cambia la cosa, puesto que el imbécil
tocapelotas siempre creerá que él tiene la razón en todo y, por ende, te intentará
convencer de que él (o ella) es el que posee la verdad absoluta alegando que tú no tienes ni puta idea.
"Reconoce que tus gustos son una mierda", "Qué mal gusto tienes,
no me jodas" o "Reconoce que no tienes ni puta idea de cine"
podrían ser tres frases recurrentes que se amoldarían a la manera de entender
la vida de este formato de especímenes. No son paranoias mías, esas frases han
sido pronunciadas alguna vez. De hecho, conozco (o he conocido) diversos
especímenes que podrían situarse en esta categoría. Tampoco es cuestión de dar
nombres ya que, si bien creo que con este artículo va a arder más de uno, no
quiero otorgarle a nadie el placer de señalarme con un dedo acusador.
Dicho esto, me remito al perfil Boyero. Ya sabemos todos quién
es Carlos Boyero, no hacen falta presentaciones. Ahora bien, ¿reporta algún
tipo de placer cinéfilo, o cinéfago, su postura constante de "no me gusta
nada y todo me parece una mierda"? Aunque, por lo menos, no intente
adoctrinar a nadie, debe de ser agotador ser como él, en serio. No obstante, no
considero justo para él enmarcarle en el grupo de los imbéciles tocapelotas
porque, al margen de que pueda o no ser un amargado (no lo sé porque no he
tratado nunca con él), se dedica a eso y se limita a dar su opinión. Más agotador debe ser pasarse el día encabronado
haciendo una labor que no reporta ningún
beneficio económico como es el caso de los cientos y cientos de bloggers que se dedican a masacrar sin
pudor el trabajo ajeno. Vamos a ver, criaturillas, ¿tanto placer anal os da
el hecho de poner a parir cualquier película, sólo por el hecho de ganar
lectores sembrando la polémica? Que no ganáis un duro, coño, dejad de joder la
marrana. Detrás de la elaboración de una película hay gente que quiere comer,
por eso hacen su trabajo. ¿Cómo nos sienta a nosotros cuando nos dicen que
nuestro trabajo es una mierda? Mal, ¿verdad? Pues apliquémonos el cuento, y no
critiquemos encima si no hemos pagado por lo que consumimos. En base a esto, no
me queda más remedio que incluiros en una
subcategoría del imbécil tocapelotas, el de "quiero y no puedo". Es decir, aquí todos sabemos de
cine, todos somos los más listos, pero o bien no hemos estudiado cine como tal
o directamente no hemos estudiado nada. Pero sí, queda genial atacar no sólo el
estreno de la semana, que en muchos casos se consigue de manera ilegal a través
de una descarga de la Red (blogs sospechosos los he leído ya a montones), sino
también a aquellos espectadores que sí que disfrutan de verdad con el cine, y
me refiero al cine en todas sus vertientes. Porque, desde luego, el espectador
aficionado que siente pasión por el cine, os aseguro que no va a degüello como
hacen muchos, no va a buscar cualquier pequeño fallo que pueda tener la obra en
cuestión sólo para destrozarla. No va a buscar micrófonos que se cuelan en el
encuadre, no va con la novela en la mano cuando se trata de una adaptación al
cine, no va a buscar verosimilitud si la película trata de cocodrilos asesinos,
no va a buscar realismo en una cinta de acción rollo Van Damme, no.
Rotundamente no. Si estamos hablando de alguien que sí hace eso, señoras y
señores, estamos hablando de un grado de imbecilidad superior.
Por supuesto, muchos imbéciles
muestran además un perfil obsesivo, persiguiendo
sin pudor alguno a aquellos aficionados que defienden sus ideas a capa y espada
para intentar derribarles en constantes combates verbales (y digo verbales
porque en más de una ocasión las ganas de arrearle una buena hostia a tu
oponente son bastante grandes). En este caso, pongo de ejemplo una curiosa
anécdota que me ocurrió en mis tiempos de Universidad. Corría el año 2003 y los
enfados constantes sobre la saga Matrix
y la "poca idea" que yo supuestamente tenía ya empezaban a hacer
mella en mí. Cuando se estrenó la tercera entrega, Matrix Revolutions, una tal Inmaculada (creo recordar que se
llamaba así) se tiró como media hora buscándome por los pasillos de la Facultad
de Biología para venir a decirme una frase repetitiva y asfixiante: "qué
mala es, pero qué mala, pero qué mala es". Repitió la frase, profunda como
podéis apreciar, hasta siete veces. Y no, no exagero. Ante semejante ataque
verbal yo le repliqué, "a mí me
ha gustado, me lo pasé muy bien, no me parece mala en absoluto".
Sin embargo ella contestó: "es
mala". ¿Notáis la diferencia? ¿Merece la pena dialogar con esta clase de borregos impositivos? Pues claro que no
merece la pena, pero es que se juegan a pulso que quieras soltarles una buena
bofetada. Por supuesto, la persecución duró meses y yo ya no sabía ni qué
contestar, tan sólo pasaba de ella y a otra cosa. Aparte de ese perfil
obsesivo, muchos haters van de cultos,
siendo aquellos que reniegan de cualquier tipo de cine que no sea el centrado
en la denuncia social, como por ejemplo, el fantástico en su sentido más amplio
(ya que hay mucho cine de denuncia dentro del género fantástico) o ese que cree
que siempre es mejor leer un "buen libro" antes que ver una película,
aunque el libro que tenga entre sus manos sea un best-seller de baratillo para cerebros enajenados. Por supuesto,
hay espectadores de todo tipo, desde los que sólo degustan las películas
románticas de factura alemana que La 1 nos ofrece todos los fines de semana o
los telefilms clónicos de Antena 3, hasta los que devoran serie B, serie Z, trash, cine comercial o cine independiente.
Hay de todo, pero esto no los hace mejores que otros, algo que a muchos
aficionados de pacotilla se les olvida, especialmente a aquellos que consideran
una pérdida de tiempo el mero hecho de ver Anaconda,
Desaparecido en combate, Delta Force, Soldado Universal, Hellraiser o un
largo etc. de títulos enmarcados en diferentes categorías pero que se
encuentran alejados de las consabidas obras maestras que todo el mundo conoce.
Sí, todos somos muy listos, a excepción de los haters, o imbéciles, que aquí dejo ver.
Aparte de los blogs
especializados dirigidos por auténticos artesanos del odio, estos seres
indeseables se pueden localizar también en diversos foros o grupos de las Redes
Sociales (Facebook, por ejemplo) en los que vomitan sus intransigencias
diarreicas como si no hubiese un mañana. Pero es que la desgracia no acaba ahí,
qué va, la pena es que muchos de estos imbéciles no saben ni siquiera escribir,
arreando coces constantes al diccionario. No quiero meterme en terrenos
excesivamente pantanosos porque todos podemos pecar en algún momento y cometer
alguna falta ortográfica pero, por favor, basta ya. Lo realmente indignante es
la utilización de coletillas como "pese a quien le pese". Con
semejante conjunto de palabras queremos dejar claro que nosotros somos los que
tenemos la verdad más absoluta de nuestra parte. Eso me remite al sonado
estreno de la última película de Zack Snyder, Batman v Superman: El amanecer de la justicia, cuando un usuario de
Facebook aludía a los "defensores de DC" y su "vista
nublada", algo que les impedía ver que "BvS no era una buena
peli". Bien, pues para un servidor ese título roza prácticamente la
maestría más absoluta, y nadie me convencerá de lo contrario. Es más, tampoco
se me verá a mí intentando convencer a alguien que no le ha gustado de que está
errado. Esa es la diferencia entre un imbécil de pro y yo.
Mi reflexión final es que ya
bastantes problemas tenemos ya en el mundo y en la vida como para discutir por
algo que se supone que es para alegrarse y pasar un muy buen rato, o incluso
para llenarnos el alma, como es mi caso. Pero en vez de eso, hay quienes
prefieren vivir encabronados constantemente actuando como auténticos fascistas
que pretenden imponer su criterio y que,
si alguien se les contrapone, automáticamente le tachan de inepto. Pues bien,
estoy hasta los cojones, así lo digo. Estoy harto de que en medios como Aullidos, Abandomoviez, Filmaffinity y
en cualquier recoveco ya mencionado de las Redes Sociales o en cualquier
infecto blog, siempre haya alguien que tiene que terminar por descalificar a
los demás cuando sus formas de pensar son contrarias. Por este motivo vivíamos
mejor antes, en la era de la
desinformación, donde la única forma de opinar era a través de las cartas
de los lectores a revistas especializadas en el tema. Y ya, no había
interacción, no había más historia. Pero no, ahora siempre hay que opinar y
sinceramente, estoy muy pero que muy harto de los cinéfilos de pacotilla, entre los que incluyo a los cinéfilos
tecnológicos, un concepto que comparto con mi amigo, compañero cinéfago,
cinéfilo y reseñista Gerardo Medina Pérez (del blog Cinéfagos Anónimos). Siento
ser tan claro, pero es verdad. No puedo soportar la constante falta de decoro
hacia mi persona, o la de cualquier semejante, cuando se insiste de forma
reiterada en que me/le gusta la basura. Sí, me gusta el cine basura, la serie
Z, la serie B y la serie A. Es decir, me gusta el cine en su conjunto y si a ti, querido lector, te gustan los
telefilms de Antena 3, voy a dejarte vivir sin problemas. Yo no soy como el colectivo enfermizo que detesta las secuelas de Matrix. No, yo no soy de esos, yo
soy normal y educado, no un mísero cretino que piensa que su verdad es la
única. En este sentido, si yo administrarse un grupo, cosa que de hecho, hago,
no toleraría ningún comentario de esa índole. Censura preventiva contra la
estupidez, señores.
Ah, sí, una recomendación de buen
samaritano: Si vais a vivir encabronados, ¿no os compensa dejar el cine?
Pensadlo, es importante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario